“No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”.
John F. Kennedy
Llegamos a la Constitución de 1978, la cual no sólo sirvió para instaurar una democracia moderna e indispensable en nuestro país, no sólo representó el reconocimiento explícito de que todas las Españas cabían en una, si no que convirtió al ciudadano en el epicentro de la nación. Atrás quedaban los tiempos de confrontación, los espadones, las conspiraciones, las imposiciones y los alzamientos.
Por eso, sigo sin entender que unos pocos traten de desafiar permanentemente la mayor época de paz, estabilidad, progreso y libertad que ha vivido nuestro país en los últimos dos siglos. Estamos condenados a aprender de nuestros errores, y aún así parece que hay quienes hoy en día no temen tropezar dos veces en la misma piedra, en alzar viejas banderas y agitar unos sentimientos en pro de un pueblo que sirva de excusa para sus propios intereses.
No podemos engañarnos. Como todo sistema, nuestra democracia aún puede y debe evolucionar, aún puede y debe adaptarse a los nuevos desafíos de una época tan cambiante como ésta que nos ha tocado vivir.
Pero creo, honestamente, que no hay mayor progreso que la libertad individual, que una sociedad en la que el ciudadano es el protagonista. Y eso es exactamente lo que nos ha dado nuestra Constitución de 1978, el sistema que todos los españoles nos hemos otorgado en paz y prosperidad.
Si algo nos han demostrado estos años de Democracia, es que España es una nación sólida, más fuerte de lo que nosotros mismos creemos, capaz de lograr los mayores éxitos cuando avanza en un mismo sentido, de resistir todos los envites y encerronas que la historia nos coloca en el camino a modo de trampa.
El tiempo nos ha brindado la oportunidad de comprender que con el poder y la fuerza de todos los ciudadanos somos capaces de superar con éxito los mayores desafíos. Ya no somos el país del duelo a garrotazos, pero tampoco podemos permitirnos ni un segundo relajarnos y no afrontar los retos y hallar las soluciones que los nuevos tiempos nos exigen.
No podemos ni debemos ocultar que España se encuentra ante el peor de los escenarios económicos que se recuerda, ante una amenaza para la estabilidad de nuestra aún joven democracia, gracias a la demagogia de unos pocos, ante el que es, probablemente, nuestro mayo desafío como nación, como pueblo, en el último siglo.
Lejos de resignarnos, los españoles debemos echar mano de toda nuestra habilidad, inteligencia, intuición, imaginación y esfuerzo para contribuir a que nuestra nación recorra con éxito el camino de la recuperación económica y anímica.
Este impulso nos corresponde a todos: empresarios, políticos, trabajadores, jóvenes y mayores, compatriotas todos y de todas las edades, unidos bajo un único objetivo. Ha llegado el momento de que como nación olvidemos esas Españas que nos dividieron, de que olvidemos los desastres de nuestra historia reciente, de que recuperemos los éxitos que nos han hecho una gran nación, fuerte y envidiable, ante los ojos del mundo.
Ha llegado la hora de que todos los españoles pensemos en aquella célebre cita que el presidente John Fitzgerald Kennedy lanzó a sus compatriotas norteamericanos: “No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país”.
En la última parte de esta reflexión explicaré qué puede hacer el liberalismo por la España actual y cómo desde la administración municipal podemos contribuir a ello.